El grano de café: un regalo de la naturaleza
El café, una bebida muy apreciada y disfrutada por millones de personas en todo el mundo, debe sus ricos y diversos sabores a un ingrediente esencial: el grano de café. En este viaje por el mundo de los granos de café, nos adentraremos en los fascinantes detalles de su origen, cultivo y las notables transformaciones que experimentan para convertirse en tu infusión matutina.
Orígenes y variedades
Los granos de café presentan diversas formas, tamaños y sabores, que reflejan las regiones en las que se cultivan. Las dos especies principales son Arábica y Robusta, cada una de las cuales ofrece perfiles distintos. Los granos de Arábica son famosos por su delicada acidez y sus sabores matizados, mientras que los de Robusta son conocidos por su audacia y su mayor contenido en cafeína. Dentro de estas especies, existen innumerables varietales, lo que diversifica aún más el panorama cafetero.
El Cinturón Cafetero - El nutriente de la naturaleza
El cinturón del café, situado alrededor del ecuador, es una maravilla geográfica. Esta región, que abarca países desde Etiopía hasta Brasil, ofrece el clima y la altitud ideales para el cultivo del café. Las plantas de café prosperan a mayor altitud, donde reciben el equilibrio adecuado de precipitaciones, sol y variaciones de temperatura esenciales para un crecimiento sano.
Cerezas de café - El punto de partida
Los granos de café comienzan su viaje como semillas dentro de las cerezas del café. Estas cerezas son cosechadas cuidadosamente por manos expertas, normalmente durante la temporada de recolección del café, asegurándose de que sólo se recojan las más maduras. Dentro de cada cereza hay dos granos, planos por un lado y redondeados por el otro, encajados en una pulpa dulce y carnosa.
Métodos de procesamiento
Tras la recolección, las cerezas de café se someten a distintos métodos de elaboración, cada uno de los cuales influye en el perfil de sabor del grano. Los tres métodos principales son lavado, natural y procesado con miel. Los granos lavados se despulpan y fermentan para eliminar la pulpa de la cereza, lo que da como resultado un sabor más limpio. Los granos naturales se secan con la pulpa intacta, lo que aporta notas afrutadas y de vino. Las judías procesadas con miel alcanzan un equilibrio entre ambas, con distintos grados de mucílago en los granos.